Karen Poniachik

Urge que se tomen medidas para adaptarse al cambio climatico

Por: Karen Poniachik | Publicado: Lunes 10 de enero de 2011 a las 05:00 hrs.
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Durante el año Nuevo, Australia se vio azotada por inundaciones de proporciones bíblicas, Estados Unidos enfrentó una tempestad sin precedentes, varios aeropuertos europeos cerraron producto de un inesperada ola de frío ártico y el norte de India experimentó un inusual frente gélido que dejó 30 muertos. Así, un final sombrío cerraba un año climáticamente turbulento que se vio marcado por una trágica saga de eventos climáticos extremos:

Monzones excepcionalmente intensos provocaron las peores inundaciones de la historia de Pakistán, dejando más de 1.700 muertos y US$ 10 mil millones en pérdidas. Una ola de calor en Rusia causó 11 mil víctimas tan sólo en Moscú y originó incendios forestales que destruyeron una cuarta parte de los cultivos de trigo del país.

Graves inundaciones afectaron en mayo a Alemania, Polonia y Eslovaquia; en junio a Rumania, Ucrania y Moldavia; y en noviembre, a Colombia y Venezuela.

Cruentas sequías afectaron varias regiones del suroeste de China mientras que inundaciones en otros lugares del país dejaron 1.500 muertos y millones de damnificados. No se puede asegurar con absoluta certeza científica que cada una de estas calamidades sea consecuencia directa del cambio climático. Sin embargo, su creciente frecuencia, intensidad y área de cobertura --que es lo que los diferencia de las ocurridas en el pasado-- sí son atribuibles a este fenómeno. Varios informes técnicos advierten que, a medida que se intensifique el calentamiento global, habrá cada vez más eventos meteorológicos extremos. Eso implica que debemos prepararnos para veranos considerablemente más calurosos e inviernos mucho más fríos y para la ocurrencia habitual de diluvios, sequías, tormentas, nevazones y tifones. En ese contexto, cabe preguntarse si Chile está preparado desde el punto de vista de su institucionalidad, infraestructura, sistema productivo y red de apoyo humanitario para abordar situaciones similares a las que han vivido Australia y Rusia en el último año. El terremoto de febrero fue una prueba de fuego que, al dejar al descubierto nuestras fragilidades, ha permitido que tomemos medidas preventivas apropiadas. Sin embargo, tenemos pendiente la tarea de detectar y adoptar las medidas de adaptación necesarias para abordar los problemas asociados al cambio climático. Por ejemplo, ¿sabemos cuán vulnerable es cada ciudad frente a posibles inundaciones y crecidas? ¿tenemos planes de contingencia para abordar una paralización prolongada del transporte aéreo y terrestre? ¿cuántos días de consumo cubren nuestras reservas de combustible en caso de que los barcos que lo importan no puedan atracar en los puertos? ¿en cuánto tiempo podemos evacuar una ciudad amenazada por incendios forestales? Estas situaciones de emergencia cada vez más frecuentes están provocando que el nivel de tolerancia de ciudades, redes de transporte, tendidos eléctricos y sistemas de producción/distribución se estresen al máximo y, en muchos casos, se desplomen. Además del costo humano que eso implica, han provocado millones de dólares en pérdidas y, de paso, han contribuido al fuerte aumento en el precio internacional de los alimentos. También han tenido serias consecuencias políticas para las autoridades de las localidades afectadas: fue tal el descontento de la gente por la crisis desatada por la tormenta de nieve en Nueva York, que el economista Paul Krugman calicó el episodio como El Katrina de Bloomberg, en alusión a la débil actuación del alcalde. Ningún sector es inmune a los impactos del cambio climático, por lo que es necesario movilizarse con antelación para reducir los riesgos y operativizar respuestas efectivas. Esta tarea no le compete sólo al gobierno: las empresas también deben adaptarse para proteger su cadena de suministro, operaciones y puntos de venta. De hecho, Starbucks y Walmart ya están tomando medidas para resguardar las plantaciones que integran su cadena global de suministro mientras que Levi Strauss, consciente del impacto que fenómenos climáticos pueden tener sobre el algodón que usa como insumo, está elaborando un mapa de riesgo para asegurar el suministro. Por otro lado, el proceso de adaptación al cambio climático ofrece interesantes oportunidades de negocio en las áreas de seguros, gestión del agua, construcción de infraestructura de contención y comercialización de tecnología, equipos y productos resistentes. Se trata de un mercado que, según la reaseguradora Swiss Re puede alcanzar US$ 135 mil millones al año hacia 2030.

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